Durante este intensivo de cinco días y cinco noches, estaremos acampando bajo la tutela amorosa y firme del cerro sagrado de Iguaque. Esta es la oportunidad para decidirnos a vivir de manera honesta y auténtica, y ocupar el lugar que nos corresponde en el mundo de lo inherentemente interconectado, de lo animado y de lo sagrado. Un mundo que constantemente se ofrece a nosotros en abundancia y al que podemos responder en reciprocidad con la promesa de entregarnos completamente a que ese misterio viva a través de nosotros.

Por medio de la entrega generosa de nuestra atención y escucha, y atreviéndonos a ver con nuevos ojos —aquellos que ven más allá de la mente instruida, racional y lógica y consiguen percibir y relacionarse de manera holística— exploraremos los principios de las relaciones en la ecología que sostienen la vida en este planeta. Aceptaremos la invitación a ser convocados miembros de una red viva de la cual no somos una sumatoria de partes separadas e independientes, sino un órgano constitutivos en estrecha interdependencia e interconexión dentro de esa red, que danza en y con nosotros, y se crea constantemente a partir de las relaciones y participaciones de cada ser.

Revisaremos con esos nuevos ojos el entramado de relaciones de la red de la vida, en donde la interconectividad e interdependencia de todo lo que existe y es pone en cuestionamiento el entendimiento de la individualidad, la separación y la competencia —nociones con las que hemos crecido—, y nos muestra que la coevolución es producto de relaciones mucho más estrechas y complejas de las que alcanzamos a imaginar.

En contacto íntimo con la materialidad del territorio (unas veces comestible, otras moldeable o trenzable, a veces en forma de historias mitológicas o de origen, a veces como semillas guardianadas por siglos, o en encuentros con entidades no visibles que susurran en lo profundo de nuestro ser, otras veces como seres que nos ofrecen su vida y que volvemos parte de nuestro cuerpo…) emergerán las posibilidades creativas de alquimizar y transmutarnos en correspondencia y celebrar esas capacidades creativas, de reflexión y de conciencia que nos dan sentido como humanos y nos sitúan como creadores de nuestro mundo. Recordando que en la atención, en el gesto, en el acto creativo, al tocar, somos tocados, o lo que cuidamos nos cuida, y que la vida nos sostiene y a la vez, la sostenemos.

Honrar como ofrecer nuestra atención es una forma de devoción.

Cada árbol, cada insecto, cada alimento nos recordará qué es eso de ser humano y traerá de vuelta rumores de aquello que nos corresponde en el concierto de la vida. Perseguiremos los sueños que anidan bajo las carpas en la inmensidad de la noche, encenderemos los fuegos de la imaginación profunda y les contaremos historias a los pájaros y a los musgos, celebraremos en la intimidad de nuestro ser la sacralidad de la vida con ofrendas de gratitud y reciprocidad, y crearemos rituales con los que redescubriremos y agradeceremos el goce y el privilegio de estar vivos ahora, en complicidad íntima y recíproca con el misterio.